José Rodríguez Pastor |
Se llamaba José Rodríguez Pastor, también conocido por “Pepico el Botones”, “Pepe el de Marieta” o "el Gorila".
Era de esas
personas que se salen de los cánones
establecidos y viven entre nosotros de una manera dulce y al mismo tiempo pintoresca.
A quienes en su día lo conocieron, todos coinciden en lo
mismo, fue un personaje amable y entrañable.
Por su físico, modales y forma de actuar parecía el eslabón
perdido entre el hombre y el mono.
La chiquillería de la época cuando se cruzaban con él lo
hacían objeto de sus burlas y cuchufletas y al grito de ¡Gorila gos pachón!,
¡gorila perro pachón!, trataban de enfadarlo para que saliera corriendo detrás
de ellos.
Fue un personaje amable y entrañable |
Amable todo lo que un
hombre puede serlo, sarcástico, humilde, de contestaciones fáciles y
filosóficas, repleto de situaciones anecdóticas lo cual lo hacían muy querido y
estimado por todo el pueblo.
Muy querido y estimado por todo el pueblo. |
Su descomedida afición en los últimos tiempos al vicio del
dios Baco, una noche de frío intenso, le llevó a pasarla tirado en una acequia,
siendo recogido congelado en un estado muy lamentable, lo que conllevo a
cortarles las dos piernas.
En esta situación fue recogido en el Asilo de la
Caridad, donde las hermanitas de los pobres
cuidaban de él y sobrellevaban
sus modales y vocabulario
Felicitaciones navideñas |
Hay una anécdota recogida
en el libro de Patricio Falcó “Elche(1950 – 1999)”, y publicada en su día por los medios de comunicación del momento que decía:
Su vida, pintoresca, estaba salpicada de sabrosas anécdotas
como esta: Antes de que una piadosa familia ilicitana le diese albergue, "
El Botone" dormía en un nicho del cementerio; ya oscureciendo se llevaba
la cena y allí sobre el frio mármol, reponía fuerzas antes de irse a la cama.
Una noche de fuerte viento, frecuente por estas tierras, Pepico fumador
empedernido, después de cenar, se disponía a fumar; buscó y rebusco por todos
los bolsillos y nada no tenía cerillas para encender el cigarro. Dio vueltas y
más vueltas por todas las calles del cementerio pero no encontró ni una vela ni
una lamparilla encendida con la que poder encender el cigarro, pues todas las
había apagado el viento. Cansado Pepico se acostó, pero no podía pegar ojo si
no fumaba su cigarrillo como todas las noches, no había forma de dormirse y ya de
madrugada se encaramó a la pared del cementerio y esperó. Serían las 4 de la
madrugada cuando un campesino que le tocaba el turno de riego, cargado con el
legón y un poco con la mosca detrás de la oreja por la proximidad del
cementerio, paso junto a la pared donde estaba Pepico, y este al oír los pasos
le soltó: ¡Che! escolta. ¿tens foc?. Dicen que el campesino aún está corriendo.
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